lunes, 17 de mayo de 2010

Y nada más




Podría decir que he despertado la mañana
y no te he llamado al descubrir oscuridad,
como si la cura a mis miedos ya no estuviera allí
donde por mucho tiempo solía descansar.

Es impresionante pero el miedo se fue con tus pasos
y siento que jamás regresará,
ni en tu cara ni en la de los futuros probables.
Ya no tengo miedo a perderte mientras más a gusto
te dejo en los segundos de los tiempos
que no quiero recordar.

Y las miradas de quienes cruzan mi rutinario ir y venir
no se parecen a tus luces fugaces.
Ya nada tiene tu aroma, ni tu tono, ni tu lenguaje,
y las fotografías vagarán sin salida en el baúl de lo sin sentido.
Yo sigo sin tus caminos y tu sin mi senda dejar de mirar.

Yo podré des-escribir las palabras, pues son mías,
y bailando las presenté ante tus ojos,
mas el sabor de las prosas perdidas tus labios no olvidarán.
Aunque no lo quieras ahora, y aunque no lo puedas decir,
el olvido y la culpa seguirán siendo combinaciones muy poco amables,
mientras yo sepa que en el intento dejé mi luz,
y tú deslumbrado, oculto y arrebatado,
perdiste lo digno y lo real.

Sé muy bien que ansiabas que me pronunciara,
y descubrir desde otros lo que te acostumbré a descifrar.
Y se debe comprender que el tiempo transcurrido solo merece interpretar,
que me inspira más el aleteo de las aves en tiempos de migrar,
que la partida inexplicable de tu historia, de tu falso respirar.

Esta es la primera vez que le escribo a tu yo esencial,
y no te afanes con pensamientos de grandeza,
pues solo eres un mal motivo de lo que la cobardía puede lograr.
Y será la última vez que gasto tinta en las razones, que sin mal delicadeza,
algún día me convencieron de mirarte más allá.

Solo queda la enseñanza,
como quien vive una fábula de traición,
la mirada seca y distante, la convicción de que mendigar sentires
es como rematar un corazón.
Solo queda una fotografía borrosa, una imagen confusa,
como encontrarse en otros tiempos y no reconocer siquiera tu voz.

Y aunque suene irreverente, he de terminar diciendo gracias,
no por tus manos que mentían, ni tu entrega condicional.
Si no por despertarme en aquella pesadilla,
por descubrir cuanto estuve equivocada,
por saberme una mujer que aunque le destrocen el alma,
tendrá muchos más motivos porque volverse a levantar.


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