lunes, 26 de julio de 2010

La mujer chilena



La mujer chilena compadre,
tiene piel clara, y muchos colores,
como solo ocurre en su desierto floral.
Tiene ojos que amanecen con sus soles,
y le alumbrarán el camino, más aún en oscuridad.
De labios rojos como el copihue,
y rosas mejillas como el atardecer en Iquique.

La mujer chilena,
sabe dulce, muy dulce como las vides.
Y su sangre arde, para soportar los fríos de este mundo,
los del extremo sur, los de la agonía indeleble.
Convierte en empanadas las tradiciones,
con un poco de pebre y merquen
para la desazón.


La mujer chilena sabe de dar opinión,
de hacerse entender, y respetar a sus semejantes.
Tiene voz sonante, y convicción en la mirada.
No flaquea ante la sumisión de la especie masculina,
pues su delicadeza e intuición a ellos deja sin acción.

La mujer chilena no duda en cargar el arma,
en apuntar y disparar si fuera necesario,
por defender su raza, por defender su tierra,
por defender a los suyos, por defender su independencia.

La mujer chilena cuando ama,
lo hace de los huesos a las entrañas.
Pinta los ríos de ilusiones,
lleva su alma desde los deshielos
hasta las alturas donde se observan hadas.
No escatima en entregas,
aún sabiendo que mañana quizás ya nada exista.

Yo le recuerdo compañero,
debe de tener cuidado con aquella,
pues son suaves y dulces como el mar que baña sus costas,
pero fuertes y temibles como la cordillera que las recorre.

¡Ay de quien después de conocerla
pueda correr a prisa sin llevar una huella de su presencia!

sábado, 17 de julio de 2010

Antes


Te vi en mi mente
mucho antes que mis ojos te palparan.
Te presentí en el aire,
mucho antes de saber tu tierno aroma.
Lo sé,
quizás me apresuré en creerte parte de la magia,
antes de la brisa de la mañana
que nos viera despertar.

Te escuché en el acorde del tema
que tus manos no han llegado a tocar.
Como si el soplo del tiempo
jugara conmigo a devolver el futuro.
A conocernos después de haber
una historia construido,
con tus besos, con los míos.

Te sentí esta noche,
tan lejos que no había espacio para tu pensar.
Sabiéndote presente en mis anhelos,
sabiéndote vivo en mis deseos,
que lo que hacías no importaba más
de lo que yo quería en ti encontrar.
Y te até a mis alas sin preguntar siquiera,
serías la estrella de este cielo sin acabar.

Te quise aún sabiendo que no lo habías elegido,
imaginándote traspasar esa puerta toda la noche,
¿cuánto hay aún por conocernos?
¿y tanto más por convencernos?
que el amor no a todos nos parece
bienvenido y en libertad.
Que tus manos y las mías aún deben
aprender como juntas andar.

Y te vivo en cada instante,
sin depender siquiera de tu respirar,
pues aprendí que teniéndote presente en mi lenguaje,
todo es posible volver a inventar.
Más las sonrisas que te acompañen,
aunque las esquives, no por ello se marchitarán.
Debes saberte cierto entre tanto alarde,
que yo así te quiero,
y que yo así contigo o sin ti,
siempre vuelvo a empezar.




09/06/2010

miércoles, 7 de julio de 2010

Le hablo así


Le hablo así
muy muy bajito
para no despertarle.

Le escribo así
en verso libre
para a su corazón llegarle.

Le llamo así
solo con el pensamiento
para que en su rutina
no pueda molestarle.

Le entrego los bellos colores
se los pinto cuando amanece
para cuando sus ojos
arranquen del sueño
desayunen una bella mañana.

Le canto el pasar de las horas,
enviándole el cobijo del recuerdo
y le deseo solo cosas buenas.

Lo sé, no soy egoísta,
no le persigo jamás
ni intento atarle con una cadena.

Yo solo le mando voces,
versos, pensamientos,
colores, cantos, cobijo
y deseos buenos.
Pues aquí yo no tengo
qué hacer con ellos.


*

sábado, 3 de julio de 2010

No te arrepientas del fuego


Arrepiéntete del agua que no das,
arrepiéntete de la tierra que no has de sembrar,
de las noches en que no reirás,
de las copas que no vaciarás.
Pero no, no te arrepientas del fuego.

Arrepiéntete del dolor causado,
de la voz que alzaste para opacar al otro,
de la mano empuñada que encontró
la cara de quien no la merecía.
Pero no, no te arrepientas del fuego.

Arrepiéntete de no haber llegado a tiempo,
de haber dudado, de haber pensado demasiado.
Arrepiéntete de haber corrido como un niño
asustado ante el horror de verte ilusionado.
Pero no, no te arrepientas del fuego.

Arrepiéntete de limitar tus sueños,
de esconder las alas y perderte junto al resto.
Arrepiéntete de no creerte apto
y convertirte en tu peor enemigo.
Pero no, ni siquiera lo intentes.

No te arrepientas de las risas en las madrugadas
No te arrepientas de haber abrazado fuertemente,
de haberte mostrado vulnerable, de haberte entregado.
No te arrepientas de la fe, de haber creído ciegamente,
de atreverte a alzar el vuelo, de haberte arriesgado.
Pero por sobre todo, no te arrepientas del fuego.

jueves, 1 de julio de 2010

Mario


Mario,
La tarde habla de ciclones,
de vientos huracanados y miseria tras el bar.
No hay quien se salve de estos males,
y como nunca he aprendido cuando huir
me veo en las manos con tus libros
encontrando todo cuanto me conduzca más a mí
y menos a mi alrededor.

Mario,
querrás esta noche que me adueñe de tus alas,
y surcando el infinito regrese a tus buenos tiempos,
Recorra el paisito con las flores y los cantos de entonces,
aprendiendo sortilegios, encontrando los futuros
que la borra del café me enseñe a descubrir.

Mario,
que absurdo lo mío,
pretenderme transparente y llegar a ti fuera de esta vida,
traerte al mundo que alguna vez te abandonó
y llenarme de la esencia que aleja el miedo
y hace certera una nueva canción.

Mario,
mis pasos te buscan, se refugian en tus prosas,
le llaman con tus corazonadas,
le inventan con tus estrategias,
le convencen con tus pactos,
y no te pido nada más.

Mario,
no te sientas escusa, razones tengo para llamarte,
y muchas más para verme tras de ti,
como ahora, en plena madrugada recordándote,
agradeciéndote por dejarnos tu legado,
y profanando una vez más tus palabras,
para vestir mis buenos colores,
le diré muy en silencio, Gracias por el Fuego.