sábado, 3 de julio de 2010

No te arrepientas del fuego


Arrepiéntete del agua que no das,
arrepiéntete de la tierra que no has de sembrar,
de las noches en que no reirás,
de las copas que no vaciarás.
Pero no, no te arrepientas del fuego.

Arrepiéntete del dolor causado,
de la voz que alzaste para opacar al otro,
de la mano empuñada que encontró
la cara de quien no la merecía.
Pero no, no te arrepientas del fuego.

Arrepiéntete de no haber llegado a tiempo,
de haber dudado, de haber pensado demasiado.
Arrepiéntete de haber corrido como un niño
asustado ante el horror de verte ilusionado.
Pero no, no te arrepientas del fuego.

Arrepiéntete de limitar tus sueños,
de esconder las alas y perderte junto al resto.
Arrepiéntete de no creerte apto
y convertirte en tu peor enemigo.
Pero no, ni siquiera lo intentes.

No te arrepientas de las risas en las madrugadas
No te arrepientas de haber abrazado fuertemente,
de haberte mostrado vulnerable, de haberte entregado.
No te arrepientas de la fe, de haber creído ciegamente,
de atreverte a alzar el vuelo, de haberte arriesgado.
Pero por sobre todo, no te arrepientas del fuego.

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